Llegué a Arequipa porque me dijeron que acá nació una prima, una tal Romina Jáuregui. Mi hermano me lo contó. Y yo le comenté que viajaría a conocerla en cuanto él se marchara a Chile. Le acaricié la cabeza en muestra de mi promesa, ya que él estaba por viajar por un largo tiempo y yo en la idea de saber quién era mi nuevo pariente. “Anda a conocerla -me aconsejó. Su nombre es así y asá. Sé que mis tíos se alegrarán al verte”. Entonces lo abracé y le dije que iría, continúe pronunciando esas palabras mientras nos despedíamos y me fue difícil alejarme ante esos ojos llorosos.
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